En el camino hacia la siguiente parada de la ruta descrita por Labordeta, podemos apreciar el entorno natural que da soporte al patrimonio agroalimentario de esta comarca. Es el caso del famoso queso de Tronchón tan genuino y lleno de historia. Manjar ajeno a las jerarquías sociales, alimento desde antiguo de pastores y de reyes, de personas reales y de personajes literarios. De origen desconocido, aparece citado en el siglo XV, en el “Libro de guisados, manjares y pucheros” del cocinero real Ruperto de Nola. Cervantes lo mencionó en varias ocasiones, en el Segundo Libro de Don Quijote, publicado en 1615. Y la historia nos relata que los reyes de Francia del siglo XVIII, María Antonieta y Luis XVI, lo degustaban encantados después de dárselo a probar el embajador español.
Además de su principal tesoro culinario, este municipio refleja en sus calles el encanto de su pasado, embebido en el quehacer de más de trescientos artesanos. Algunos de ellos afincados en Tronchón, como lo fueron ceramistas, fabricantes de gorros de pelo de conejo y productores del famoso queso embajador de la comarca del Maestrazgo. Otros, de procedencias diversas, dejaron su huella, como el orfebre Morellano, cuyo sello permanece indeleble en la custodia gótica de la Iglesia de Santa María Magdalena, visita obligada.


Otra de sus reliquias se vincula con relatos que oscilan entre lo real y lo legendario, que el propio poeta caminante nos describió en su viaje por la comarca: “En la villa de Tronchón se guarda un relicario que contiene el dedo de la mano de uno de los inocentes muertos por Herodes. ¡Qué cosas! Por aquí se dice que lo sacan para espantar las tormentas de granizo que según cuentan los de Villarluengo se las manda a ellos”.
Durante el recorrido por esta localidad podrás comprobar por qué en 1983 fue declarada Conjunto Histórico Artístico. El portal de San Miguel, la cárcel medieval, la lonja, el horno mimetizado con el paisaje, las casas nobles y otras construcciones del casco urbana lo atestiguan.
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