Pocos lugares cuentan con el encanto de La Iglesuela del Cid. Las bondades de su paisaje y su ecosistema fueron aprovechadas desde la Prehistoria. Testimonios como la cueva de Matutano y la cueva Bonifacia lo corroboran. Los íberos les sucedieron a aquellas comunidades primitivas, y a éstos los romano (siglos II y I a.C.). Si caminamos con atención por los caminos, aún podemos ver las carriladas romanas que siguen hendidas en la roca, equidistantes. En ellas encajaban las ruedas de los carros tirados por caballos.
Este municipio tan singular aúna un rico patrimonio muy diverso. Ya en los muros de los caminos circundantes puede verse una técnica constructiva ancestral: la “piedra seca”, sin argamasa. Su singularidad es tal que en el año 2016 fue declarada Bien Inmaterial del Patrimonio Cultural de Aragón; en 2006 fue reconocida como Bien de Interés Cultural, por el Gobierno de Aragón, y también sustenta el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la UNESCO.
Esta localidad mantiene latente la esencia de fortaleza templaria. Al adentrarnos en ella, podemos hacer un viaje en el tiempo a través del escenario creado por construcciones de origen medieval como la Torre de los Nublos, y sus casas solariegas y el Ayuntamiento, que nos trasladan a los siglos XVI y XVII con sus fachadas.


Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo el comercio lanar en los siglos XVI y XVII. Podemos conocer más acerca de este oficio en el Centro de Interpretación del textil y la indumentaria.
Junto a Cantavieja y Mirambel, La Iglesuela del Cid está dentro de la ruta del Cid Campeador por el Maestrazgo, de ahí su nombre. En el caso de esta localidad son varias las leyendas que sitúan a Rodrigo Díaz de Vivar en estos paisajes, siendo la más conocida la que se desarrolla en el entorno de la Peña de Morrón. Según su relato, aún puede verse en la roca la huella del caballo del apóstol Santiago, fruto de su aparición ante el Cid Campeador en mitad de una batalla.
Este tono de leyenda que impregna la historia de La Iglesuela del Cid, combinado con su genuino patrimonio arquitectónico, le ha hecho merecedora de estar incluida en la lista de los “pueblos mágicos de España”. Además de ser nombrada Conjunto Histórico Artístico, en 1982, y ser declarada Bien de Interés Cultural.
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