Vivimos
tiempos de incertidumbre y la crisis- profundamente inesperada- del coronavirus
esta removiendo los cimientos de nuestra economía y nuestro modelo social, y de
nuevo, como pasó en la anterior crisis económica, los focos se han puesto hacia Europa y el modelo que representa la
Unión Europea.
Más
allá de las criticas- en muchas ocasiones fundadas y justificadas- hacia la
Unión Europea , y sobre todo por el uso nacional que están haciendo
determinados países con respecto a sus intereses nacionales, el hecho de
aumentar las noticias sobre lo que sucede en Bruselas nos ratifica en la
necesidad de refundar nuestro modelo social y económico en clave Europea, y como verán en las noticias,
la Unión Europea está en ello, y los debates sobre los mecanismos de ayuda se
producen en los tres ejes fundamentales de la Unión: Comisión Europea, Consejo
Europeo y Parlamento
Se
preguntarán: Todo esto está muy bien pero ¿Qué papel juegan nuestros pueblos y
villas en este tablero global?
La
Unión Europea entendió el papel del medio rural como uno de los ejes fundamentales
de la vertebración Europea y buena muestra de ello significó el inició
el proyecto piloto LEADER en el año 1991.
Dicho proyecto, creado en su inicio como
proyecto piloto encaminado a explorar un nuevo modelo de inversión para las
zonas rurales, tuvo notable éxito a tenor de las cifras evaluadas con respecto
al coste- beneficio y la creación de empleo.
A partir de la iniciativa piloto creada, la Unión Europea incorporó esta
metodología al segundo pilar de la PAC, el desarrollo rural estableciendo la
posibilidad de que los Estados miembros (en el caso de España las Comunidades
Autónomas) implantaran este modelo de gobernanza propio de LEADER al resto de
competencias del segundo pilar. A pesar de los
ciertos esfuerzos, las distintas administraciones autonómicas no han
querido apostar de manera definitiva por este modelo, y el principio de desconfianza
hacia el modelo ha imperado. Por curioso que parezca, la administración
autonómica insta a los grupos LEADER a “hacer
labor de dinamización territorial y dedicarnos a lo que no puede hacer la
administración”, pero no dan los
instrumentos necesarios para ello, siendo en todo momento los grupos, y por
consiguiente el propio territorio representado en las juntas directivas de los grupos, los elementos más frágiles de todos los
instrumentos públicos de inversión hacia el medio rural. En definitiva diseñar el futuro del medio
rural omitiendo sus opiniones, fijar metas al margen de las propias demandas.
La
Unión Europea como valedora de la iniciativa LEADER ha mostrado sus posturas y
sus objeciones a la metodología actual y como no puede ser de otra manera los
grupos de desarrollo tienen que tener una alta conciencia autocrítica de su
trabajo. Estas son algunas de las líneas de autoevaluación presentes y futuras:
Las juntas directivas no pueden tender a la politización de las mismas, hay que
garantizar que los miembros de las juntas representan de manera fiel a su
entidad representada y canalizan adecuadamente la información, los
grupos de desarrollo tienen que estar en la vanguardia de los nuevos
instrumentos de innovación adaptados a la realidad rural.
Ante
todo esto ¿Qué papel puede tener la metodología LEADER en el modelo de
desarrollo territorial actual? Primero de todo, los grupos LEADER pueden ayudar
a mitigar el grave problema de la despoblación, pero no tienen la solución
mágica (como tampoco lo tiene ninguna administración) al problema de
desequilibrio demográfico que nos ocupa y preocupa. No obstante, la experiencia
de los grupos en creación de redes, la ayuda
a proyectos empresariales y la
experiencia como agentes creadores de proyectos innovadores puede ayudar a tal
fin.
Voltaire en su novela “Cándido” divertida pero con un aire pesimista nos da la clave para no sucumbir.” Il faut cultiver notre jardín”. Aprendamos a cultivar nuestro propio jardín, y el LEADER continua siendo un buen método
Jorge Abril. Coordinador ADEMA.
28 de Abril de 2020