Angela Altaba, una entrevista de altura

“Soy la primera turolense en formar parte de la selección nacional de alpinismo y, de alguna manera, y volviendo a mis orígenes, es algo que me hace sentir orgullosa”

Soy Ángela Altaba, de Cantavieja, y aunque desde que salí a estudiar el bachillerato ya no volví a vivir en el pueblo, sigo sintiendo mis raíces aquí.

Recuerdo con una sonrisa mis primeros pasos en la vertical, que precisamente fueron en el Maestrazgo, concretamente escalando en Ladruñán y en Beceite, en la vecina comarca del Matarranya. Fue durante mis estudios de universidad cuando empecé a tomármelo en serio y competí varios años con la Selección de escalada universitaria de la Universidad de Valencia. Enseguida ese mundo se me quedó pequeño y pronto empecé a soñar con paredes y escaladas más grandes, de mayor dificultad y compromiso. Ahora unos cuantos años después, soy miembro de la actual promoción del Equipo Femenino de Alpinismo (EFA) de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME) y del Equipo de Tecnificación de Alpinismo de la Federación Aragonesa de Montaña (FAM).

Soy la primera turolense en formar parte de la selección nacional de alpinismo y, de alguna manera, y volviendo a mis orígenes, es algo que me hace sentir orgullosa. Me da un poco de nostalgia muchas veces, ya que vengo menos de lo que me gustaría. Actualmente vivo en Zaragoza. Me fui allí por motivos laborales y de momento sigo allí por proximidad a los Pirineos, ya que casi todos los fines de semana subo a practicar deportes asociados a la montaña, tanto escalada, como esquí y alpinismo en invierno.

Cuando empecé a escalar, en el pueblo no encontraba gente con quien compartir la afición. Aquí en el pueblo he echado de menos el tener más referentes, personas que te enseñen o que simplemente que compartan el salir a practicar deporte contigo. A veces veo la diferencia con otras compañeras a la hora de tener más fácil acceso o empezar a practicar escalada más jóvenes en la tradición montañera de los lugares y también de tu propia familia. En la escalada tienes que tener material, medio de transporte hasta los lugares donde practicarla, y si no es con la familia, es difícil hacerlo hasta que no creces un poco o tienes independencia económica como en mi caso. Mi familia no me ha inculcado la escalada, pero me han dado otra cosa más valiosa que es aprender a esforzarse por las cosas. Soy una cabezota y cuando algo se me mete entre ceja y ceja no desisto pese a la adversidad.

Porque lleva implícito el esfuerzo, la disciplina y la perseverancia. Creo que estos son unos buenos pilares para el bienestar personal. Ser capaz de luchar por metas y sueños a pesar de las adversidades en el camino te hacen sentir bien contigo misma, eleva tu autoestima y felicidad. Esto es algo que experimentamos en la montaña cuando nos exponemos a actividades largas y difíciles, y me encanta.

Hoy en día, con las nuevas tecnologías tenemos muchas cosas e información al alcance de manera muy rápida e inmediata. Creo que vivimos cada vez más inmersas en la cultura de lo inmediato y el éxito parece residir en aquello que cueste el mínimo esfuerzo y se consiga con la mayor celeridad posible. La escalada y el alpinismo son todo lo contrario para mí. Son deportes que exigen un proceso largo y lento de aprendizaje, con muchísimas horas de dedicación y que exigen fortaleza y perseverancia a muchos niveles. Se le coge el gustillo a esto y luego acaba siendo parte de tu forma de vida y se traduce en la constante búsqueda de nuevos retos, lidiar con la incertidumbre, estar fuera de tu zona de confort.

El proyecto Abriendo Camino forma parte del Área Mujer y Montaña de la FEDME y está financiado por la beca Universo Mujer del Consejo Superior de Deportes. Junto a mis compañeras del Equipo Femenino de Alpinismo hemos llevado a cabo dos ediciones, la primera en Jordania y Arabia Saudí en noviembre de 2022 y la última durante este pasado mes de agosto en una expedición en autosuficiencia a la costa este de Groenlandia. En sendas expediciones el objetivo deportivo se centraba en la apertura de nuevas vías de escalada en estilo tradicional en grandes paredes. En Arabia y Jordania abrimos 12 nuevas vías de escalada de entre 80 y 300 metros de longitud y dificultades de hasta 7b+ semiequipadas (quiere decir que solamente hay algunos seguros fijos y el resto los tienes que poner mientras subes) y en nuestra última expedición a Groenlandia hemos abierto 8 vías de hasta 1.000 metros de recorrido en autoprotección (sin seguros fijos en la pared) y dificultades de hasta 7a+.

Además de poner en valor los logros deportivos conseguidos, tratamos de manera transversal de visibilizar el papel de la mujer en los deportes de montaña. Para dar luz a todo esto, hemos rodado dos documentales, el de Arabia Saudí lo estamos promocionando en la actualidad en festivales de cine de montaña y jornadas de montaña por todo el territorio nacional. El de Groenlandia se está cociendo y saldrá el año que viene. Me encantaría poder proyectar y compartir el documental en el Maestrazgo. Me gusta poder transmitir parte de la pasión que siento por el mundo de la montaña y contar anécdotas de los viajes.

Con los chicos y chicas del IES de Cantavieja compartí algunas experiencias del viaje a Jordania y Arabia saudí. Con el Proyecto Abriendo Camino hacemos estas charlas educativas. Ahora en diciembre empezamos el ciclo de charlas en colegios sobre el viaje a Groenlandia. En estas charlas sobre todo, no trato de inculcar lo que yo hago a nivel deportivo, simplemente lo expongo y doy la oportunidad de conocer y entender la práctica de la escalada en grandes paredes y el alpinismo, ya que son deportes minoritarios y que, por desgracia, los medios de comunicación únicamente suelen hacer eco en casos de accidentes, generando un prejuicio social de alto riesgo y peligrosidad.

Además, el Maestrazgo es brutal. Tiene mucho potencial para la escalada. Me gustaría como reto venir a Órganos de Montoro a liberar algunas vías antiguas que hasta el momento se han escalado en estilo artificial (es decir usando estribos y ganchos para pasar). También me gustaría abrir alguna vía nueva por el Valloré.

Dotando de instalaciones a los municipios, sobre todo para el invierno y promocionando cursos y talleres deportivos. Cada vez hay más alternativas deportivas y la oferta del Servicio Comarcal de Deportes está muy bien. Ahora Cantavieja va a tener un rocódromo, es una oportunidad para que los jóvenes prueben la escalada.

Muchos. No sé qué decirte ahora. Cada reto conseguido, cada actividad en la montaña disfrutada o sufrida (o las dos cosas a la vez) en buena compañía ya es una satisfacción.

Por ejemplo, me viene a la cabeza lo más reciente, en Groenlandia. Estar en un sitio remoto del planeta, donde el teléfono solo sirve para poner la alarma. El estar allí de forma autosuficiente durante un mes ha sido brutal, la logística de preparar todo minuciosamente durante meses, el llegar allí y sentirte minúscula ante esas montañas enormes sin saber previamente lo que te vas a encontrar en el camino, la convivencia 24-7 con tus compañeras, ver auroras boreales, pasar días sin bajar de la pared gestionando y resolviendo obstáculos que van surgiendo, el miedo a los osos polares.

Fue incómodo en momentos, pero la satisfacción que te da la experiencia es brutal. En esas circunstancias sacas a veces tus peores miedos y tu peor carácter, pero te hace conectar contigo, conocerte y conocer tus límites y eso siempre es enriquecedor a nivel personal. En realidad hablando de todo esto la conclusión que saco es que lo mejor de cada aventura son las personas con las que lo he compartido y su calidad humana. Cuando vas a hacer actividades que exigen tu mayor concentración y lo mejor de tí necesitas sentir conexión y sintonía al otro lado de la cuerda, es la clave. Me siento afortunada en ese sentido.

No se yo si esto lo debería contar. Con los años me he reído mucho de mí misma con esta hazaña de cuando empezaba a escalar y era una joven intrépida. Ahí voy:

A pesar del poco tiempo que llevaba en el mundo de la vertical, ya destacaba por la habilidad en el deporte y el poco miedo que mostraba al despegar del suelo. Estaba orgullosa de mí misma y un mundo nuevo se abría ante mí. Tras un tiempo iniciándome, empecé a sentir de manera constante y recurrente mucho miedo cuando iba de primera (poniendo las cintas en los anclajes de la pared y pasando la cuerda). Un miedo que me bloqueaba y que me hacía gastar todas mis fuerzas, me entraba el tembleque involuntario de la pierna, coloquialmente “la motoreta”, que se contagiaba a todo el cuerpo haciendo explosionar mi cerebro. Sería lo que en Cantavieja vienen a llamar las nuevas generaciones escaladoras “ser un flan”.

Entonces, para mis adentros me dije: Ángela, esto no puede ser, tu eres una valiente y eso del miedo irracional a caerte antes no te pasaba, y tu ya te has ganado la reputación de ser una “echada para adelante”. Así que una tarde, sin decir nada a nadie me fui al Robellar de Cantavieja. Allí hay instaladas un par de vías fáciles, las más antiguas. Fui sola, sólo con mis pies de gato, y nada más. Estaba dispuesta a poner en marcha una terapia de choque experimental conmigo misma, escalar sin cuerda las vías para que luego se me pasase “la tontería del miedo” cuando ya fuese segura con la cuerda y demás cachibaches…y allá que fui. Concentrada ascendí los pasos sin perder la atención. Para mi sorpresa al llegar al final de la vía, al no llevar cuerda y no poder descender desde ese punto, tenía que hacer algún paso más por encima de finalizar la vía, y poder salir caminando por arriba. En ese momento entré en pánico, más del que nunca antes hubiera sentido. La roca que tenía que franquear para poder salir de allí estaba bastante rota con el riesgo de que al agarrarme se desprendiera algún canto y yo con él. Me maldije una y otra vez por tener la estúpida idea de acometer tal acto. Agarrada a la cadena del final de la vía con todas mis fuerzas pensaba que caería en el momento en que ya no pudiese más y mis manos se abrieran agotadas, o que en el intento de destrepar la vía me precipitara contra el suelo. Pensé en gritar para ver si me oía mi tía Valera desde la Masía del Cabezo, que queda justo arriba…pero igual para cuando viniera ya estaría cansada y me habría soltado de la reunión de la vía. Me parecía muy lamentable morir en las vías de iniciación del Rodellar por semejante tontería, no me resultaba ser aquello una hazaña épica por la que pasar al otro barrio…sin duda eso era muy lamentable….¿quien y cuando me encontrarían? ¿A partir de qué momento me empezarían a echar de menos y llegarían a mi paradero desconocido?

Tras momentos de angustia y estos y muchos pensamientos punzando mi cabeza a velocidad supersónica, me armé de valor y realicé un par de pasos tensos y épicos que me llevaron a poder agarrarme a la cadena de la vía contigua y poder salir de aquel embrollo franqueando hasta la zona de matorral y bosque. Volvía al pueblo todavía como un flan y desde luego nunca me atrevía a contarlo en casa.

Conclusión de la terapia de choque experimental: mi miedo irracional no se pasó, así que no funcionó. No hagáis nunca este tipo de cosas y menos todavía si estáis empezando. Conclusión segunda: ¡Disfrutad de la escalada con conocimiento y seguridad! Tomaos todo el tiempo del mundo para aprender. Tener miedo es bueno (ya que actúa como un mecanismo de supervivencia) y es normal sentirlo en muchas situaciones, ¡tanto escalando como en la vida!.

Que practiquen deporte, que aprovechen el medio natural que tienen en la puerta de casa y que usen menos las redes sociales y el móvil. Que recuerden que, cuando no experimentas obstáculos o dificultades en la vida y todo lo conseguimos fácil y rápido, creo que se pierde la capacidad de luchar por algo y luego cuesta mucho sentir satisfacción por las cosas.

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