Aunque a primera vista el término custodia del territorio puede parecer extraño o bien asociarse a la idea de vigilar o controlar una cosa, si sigues leyendo verás que el sentido real es el de respetar, conservar y cuidar el territorio.
La esencia de la custodia del territorio es el trabajo conjunto de numerosas personas, procedentes de colectivos diferentes, en pro de un objetivo común.
La custodia del territorio es un conjunto de instrumentos que utilizan organizaciones sociales y ciudadanas para conservar la naturaleza, el paisaje y el patrimonio cultural de lugares concretos. Y no sólo para conservar estos valores, sino también para garantizar que los usos y las actividades -agrícolas, forestales, turísticas o de otros tipos- que se llevan a cabo en estos lugares sean respetuosas con el entorno y no malogren los recursos.
La custodia del territorio parte de la premisa de que conservar la naturaleza y el paisaje no es una responsabilidad que recae sólo sobre las administraciones públicas, como a menudo se piensa, sino que la ciudadanía, la sociedad civil y las empresas privadas también pueden y han de contribuir. Por eso, a diferencia de otros instrumentos y estrategias con un objetivo similar, como por ejemplo la protección legal de un espacio natural o la clasificación de un terreno como no urbanizable por parte de un plan urbanístico, la custodia del territorio requiere la implicación directa y activa de la sociedad civil organizada (asociaciones y fundaciones), de la ciudadanía y de aquellas personas que son propietarias -o usuarias- de terrenos con un interés especial para la fauna, la flora o los paisajes que acogen.
Conservar los numerosos servicios y beneficios que nos aportan los espacios naturales, mantener los paisajes que nos identifican y de los que tanto disfrutamos, y detener la pérdida de especies animales y vegetales son algunos de los retos que está afrontando la humanidad desde hace décadas y que se han traducido en diversos acuerdos internacionales.
Alcanzar estos retos depende de todos; de hecho, en países como el nuestro, una gran parte de los terrenos que hay que conservar se encuentran en fincas de propiedad privada y por tanto es imprescindible implicar y dar apoyo a los propietarios de estas fincas para conseguir los retos indicados. Eso es, precisamente, lo que pretende la custodia del territorio. Por otro lado, para conservar la naturaleza y los paisajes también hace falta la colaboración de la ciudadanía y de las empresas privadas; esta implicación puede ser efectiva a través de su apoyo –puntual o continuado- al trabajo de las entidades de custodia del territorio.